viernes, 12 de julio de 2024

LA BANALIDAD DE LAS REDES SOCIALES Y LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO





Recuerdo con añoranza aquellos días donde la gente plasmaba sus pensamientos en un diario o blog. Se preocupaban, en muchos casos, por escribir contenidos con cierta profundidad, había un flujo de ideas, un intercambio intelectual abierto al mundo como una conquista más de la libertad de expresión, y por tal motivo pensé que aquello perduraría; pero por desgracia llegaron las redes sociales, como Facebook, Twiter, Instrgram o TikTok, para pasar de crear contenidos a publicar cualquier cosa y poder comentarla prestando más atención a la inmediatez, así como una forma de retroceso intelectual.

En esa época de los blogs tuve cierta actividad, en especial con la publicación de una de las primeras novelas por entregas en formato de “blognovela”, Exex, la mujer del bigote, que aún sigue en línea con sus entradas, fechas de publicación e ilustraciones originales. Aparte, aún mantengo mi blog personal, El escritor web Pablo Paniagua, donde he publicado mis artículos, ensayos y algo de obra corta; y también publiqué, en el diario digital El Librepensador, en el año 2009, El Mono Cibernético a un capítulo cada dos días.

Ahora, con las redes sociales, el vacío de pensamiento gana espacio en la decadente civilización humana, aunado a su efecto enajenador y adictivo, lugar donde las masas pueden mostrar libremente su mediocridad y donde los intelectuales fueron sustituidos por “influencers”. Ser “borrego” es lo fundamental para una mayoría, pertenecer a la masa y no autoidentificarse, perder esa parcela de libertad cuando una civilización se desmorona, un mundo donde prevalecen las guerras y la violencia. Amenazan con lanzar los misiles atómicos y así van mentalizando a los borregos, habitantes de un mundo donde ni siquiera los jóvenes son capaces de luchar por la paz, ahora su preocupación es etiquetarse o autocatalogarse de acuerdo a sus preferencias sexuales, pertenecer a una masa con sus colores, signos y banderitas. La alienación es total, el encefalograma plano y la banalidad rampante son su signo, la de una Humanidad incapaz de luchar por su futuro, arrojada al abismo de su idiotez. La banalización de los valores sociales, ahora dominados por la ideología de género, impiden a los jóvenes generar un movimiento mundial por la paz, mejor se miran complacidos al ombligo mientras les roban el futuro, y hasta lloran por la inclusión de una “e” para identificar un género sexual inexistente cuando tratan, por demás, de imponer su “lenguaje inclusivo”, una cuestión que más bien deberían abordar los psiquiatras, ese retroceso intelectual marcado por las modas que se promueven en las redes sociales: el basurero intelectual de una civilización.

Benjamín Solari Parravicini en el año 1971 ya anunciaba, en una de sus famosas psicografías proféticas, el “lenguaje inclusivo” y a sus promotores como un signo más del Final de los Tiempos:

        OM. DECIR. La fuerte ventisca de la verborragia inculta, de la deformación idiomática del mundo con los epítetos vulgares que solazan a los nuevos en sus cambios, penetra hasta el íntimo del ser que les domina, y destrozan así el buen decir del que dice y del que dijo. Reprochan al maestro que fue ejemplo. Niegan valores que fueron admirados, ríen de la lengua en toda lengua, y fabrican estúpidamente motes que creen perdurarán, y les perdurarán en sus ‘sublimes creaciones’ aplaudidas! La mediocridad que calzó su cetro en el comenzar de la hora 10, reinará hasta el humo magno y el grito. Luego será la confusión y el derrumbe y ¡Luego OM!

Pero dejando a un lado una profecía ya cumplida, cabe adentrarse en la historia de lo ya vivido y no de lo que está por suceder. Filipo II, padre de Alejandro Magno, tenía mujer y también un joven amante; como asimismo su hijo Alejandro con Hefestión, el amor de su vida y mejor amigo. Los romanos, además de mujeres, disponían de muchachos jóvenes para el placer, y como botón de muestra está el mismísimo Emperador Tiberio. En aquellas épocas la homosexualidad era normal, así como en los años 60 con el Movimiento Hippie, el feminismo y su lucha por la liberación sexual. En la España de los años 80, en la Movida Madrileña, los homosexuales eran respetados y vistos como iguales, y lo mismo pasaba con las mujeres, no se discriminaba a nadie. Ahí están las películas de Pedro Almodóvar para demostrarlo ante la sociedad española y el mundo. Entonces, la revolución feminista ya había sido consumada, o así parecía, salvo, por supuesto, en las retrógradas culturas islámicas donde aún prevalece la opresión a las mujeres, y por tales circunstancias me sorprende que ahora, en occidente, surja una ideología de género cuando esos derechos ya estaban ganados, a fin de cuentas un distractor para que la gente se adhiera a determinada masa, levantar su banderita y gritar al mundo su intimidad.

En el futuro las mujeres tendrán un lugar destacado en un mundo igualitario sin necesidad de tanta idiotez. Sería de locos estar en contra del feminismo, tomar esa posición, pues todos somos iguales independientemente del sexo o color de la piel, y hay que serlo también en respeto y libertad. El futuro es de las mujeres, eso está asegurado, pero antes de que esto suceda lanzarán las bombas atómicas y toda una masa gris idiotizada sucumbirá ante el absurdo de su ideología. Entonces, de nada les servirán sus banderitas y llorar por una “e”.

Lo políticamente incorrecto asume una posición crítica y estética, lo contrario sería propaganda. Los que hablan de igualdad de género arrebataron la intransigencia a los moralistas: son los nuevos mojigatos.


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