sábado, 17 de enero de 2009

LITERATURA Y CRISIS MUNDIAL

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Hoy, sin lugar a dudas, en la literatura y en el sector editorial se ve el reflejo de la crisis mundial que estamos viviendo, y me refiero al vacío de pensamiento y de actitud que los domina. La mayoría de los escritores, en su connivencia, han perdido la capacidad de ejercer la crítica ante los males de este mundo, los problemas y el fracaso que enfrenta, y más parecen espectadores complacientes de una Humanidad que camina hacia la distopía. La industria editorial, en su generalidad, se ha basado en promover la literatura fácil, aquella que es una manifestación más de la banalidad ensalzada por la sociedad de consumo, para hacer un trasvase de la cultura del pensamiento hacia la cultura del entretenimiento. Ciertos editores ya no ven la literatura como una necesidad o bien cultural, sino como un negocio que sólo busca un beneficio rápido en detrimento de la calidad. Ya todo se vale para pisotear el arte, por medio de una simulación de algo que cada vez está más lejano de lo que se pretende. Hoy lo único que importa es vender, a costa de lo que sea, como si los libros fueran hamburguesas de McDonald´s. Eso es el éxito para ellos.

Ahora que la Humanidad se hunde, los escritores, parece ser, han de escribir contenidos superficiales para hacerle el juego a la misma civilización fracasada que se sustenta en la avaricia y en la especulación, en el sometimiento de los más humildes. El vacío de pensamiento, la alienación, la democratización de la ignorancia, es lo que nos proponen, y transmitir a los lectores dicha vaguedad. El hombre ha de buscar lo rápido, lo fácil, la literatura poco exigente, para dejar de aspirar a superarse en su intelecto y estar predispuesto en aceptar cualquier manipulación. ¿Eso es estar de acorde a los tiempos? ¿Buscar y promover la mediocridad en la especie humana? ¿Valerse de ella?

Los escritores, hoy más que nunca, han de rebelarse contra el autismo intelectual que promueve y nos propone una parte de la industria editorial, contra la banalidad de la sociedad de consumo y contra la alienación de un poder que nos conduce hacia el abismo. Hay que estar ciegos para no ver hacia dónde camina la Humanidad, permanecer con la boca cerrada y ser cómplice de todo un mecanismo que degrada al individuo. El poder del dinero es lo único que les importa, en un sistema económico mundial que se derrumba por efecto de su propia avaricia. La Humanidad camina hacia la distopía y los intelectuales, entre los que se cuentan los escritores, no dicen nada como si estuvieran fuera de su tiempo. Ésa es la verdadera derrota de la literatura.

Con el hundimiento de las utopías y el consecuente triunfo del “liberalismo económico globalizador”, que ahora se desploma, y con la inestabilidad social y las guerras que se avizoran en el horizonte, ya sólo nos queda, en definitiva, esa última utopía de la Humanidad: la llegada de aquel Salvador proclamado por toda religión que traerá tiempos eternos de paz y de armonía.

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